El fotógrafo ha presentado 50 imágenes en la 18ª Exposición Internacional de Arquitectura de la mano del proyecto ‘Foodscapes’, que aborda la arquitectura y el sistema alimentario.
ASIER ALDEA ESNAOLA
Desde enero hasta marzo el fotógrafo Pedro Pegenaute viajó por 50 lugares para retratar espacios tan variados como las granjas Legaria y Valle de Odieta (la macrogranja de Caparroso), hasta llegar a Porto de Corme, en La Coruña, donde se tejen a mano nasas (redes de pesca), o la presa de Susqueda, en Girona, que le cautivó por su “silencio inquietante”. En cada destino Pegenaute ha encontrado algo que despertaba su atención: el cacareo de las gallinas en Legaria, lo pequeño que se siente uno ante las dimensiones de Astilleros Freire (Vigo) o los aromas de comidas que se respira en la empresa de fragancias Lucta (Barcelona). Sus fotografías se basan en la sorpresa, la ingenuidad y la frescura cuando llega por primera vez a los sitios. El trabajo de Pegenaute durante estos meses forma parte del proyecto ‘Foodscapes’, comisariado por Eduardo Castillo-Vinuesa y Manuel Ocaña, que fue presentado el viernes con la inauguración del Pabellón de España en la 18ª Exposición Internacional de Arquitectura, la Bienal de Venecia 2023. La exposición permanecerá abierta hasta el 26 de noviembre de este año en los Giardini della Biennale di Venezia.
‘Foodscapes’ se trata de una propuesta que entiende el sistema alimentario como una arquitectura. El proyecto explora las arquitecturas vinculadas a la producción, la distribución y el consumo de la comida, además de reflexionar sobre el impacto que se genera en la geografía y alternativas más sostenibles para el futuro. Para esto, ‘Foodscapes’ está compuesto por un apartado audiovisual de cinco cortometrajes, un archivo en forma de recetario y un programa público conformado por conversaciones y debates que busca la colaboración de arquitectos de diferentes perfiles profesionales. La transdisciplinariedad es una de las claves del proyecto.
Cuando le propusieron a Pegenaute unirse al equipo, uno de los aspectos que más le atrajo fue que la idea se salía de lo que era la fotografía de arquitectura, su habitual área de trabajo. “En este caso no estábamos hablando de arquitecturas de autor, sino de espacios generales que iban más allá de lo que era un diseño arquitectónico y que daban pie a desarrollar mi vertiente personal, que es lo que más me mueve como fotógrafo”, recuerda Pegenaute. A partir de ese momento, recorrió buena parte del país. Su trabajo le llevaría también a viajar a Oporto, cuando recayó en la empresa de corchos Amorim Cork.
“Los arquitectos investigadores del proyecto elaboraron recetas y estudiaron qué papel juega la arquitectura para que determinados ingredientes lleguen a nuestros platos. Estos ingredientes se elaboran y se distribuyen en ciertos sitios, que son los que yo he fotografiado”, explica Pegenaute, quien ha acumulado 50 fotografías. Cada imagen cuenta con su intrahistoria, como la de las bolsas térmicas de Just Eat apelotonadas en un almacén de Madrid, que plantea qué implica pedir comida en una aplicación. El fotógrafo navarro ha apostado por imágenes en diferentes tamaños a la hora de exponerlas, desde un metro y medio por metro y medio las más pequeñas hasta dos metros sesenta por dos las más grandes, lo que supone un impacto visual desde el primer vistazo. “Me gusta mucho las emociones que transmiten las fotografías grandes, se parecen a las sensaciones que tienes cuando ves una película en una pantalla de cine”, comenta.
Pegenaute se enorgullece cuando habla de las fotografías tomadas en localidades navarras. “Cuando las ves, te sientes orgulloso de que estás empresas estén en nuestra comunidad. Son empresas familiares que han empezado poco a poco y eso tiene un valor humano muy importante”, valora.
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