Las magníficas fotografías de Pedro Pegenaute y los cortometrajes filmados por equipos de cineastas y arquitectos bien podrían estar expuestos en la otra Bienal veneciana, la del arte.
ANATXU ZABALBEASCOA
En una macroexposición como es una Bienal solo se consigue transmitir un mensaje depurando lo que se quiere expresar.
La arquitectura deja de comunicar cuando es necesario leer textos interminables para comprenderla o cuando utiliza la pantalla para hacer otra cosa que no sea internarse en un edificio. Ese es el caso del pabellón español, que con cinco espléndidos cortometrajes, aborda un tema esencial: la relación entre la alimentación y la forma de las ciudades. Es incuestionable que “al comer digerimos territorios”, como señalan los comisarios Eduardo Castillo-Vinuesa y Manuel Ocaña. Pero tal vez su propuesta tiene tanto de sociológica como de arquitectónica. Las magníficas fotografías de Pedro Pegenaute y los cortometrajes filmados por equipos de cineastas y arquitectos bien podrían estar expuestos en la otra Bienal veneciana, la del arte.
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